Levanté la vista y de pronto llamó mi atención una pila de libros y un marco dorado que guarnecía en la pared, los levanté y una nube gigante de polvo cayó sobre mí, ingerí un poco de éste, pasé saliva para quitarme el mal sabor de boca y volví la vista hacia aquellos objetos; per éstos libros y éste marco no tenían nada escrito, pero, por más extraño que parezca, me llegó un pensamiento sobre el vacío, en ese punto dónde pueden existir tantas cosas pero por alguna razón no estaban, probablemente porque el mundo así lo quería o simplemente no conocía algo distinto, no tenía idea de que ese vacío puede ser tan fértil para lo que se desee, tenían miedo de modificar ese vacío, ése vacío al que todos lo ven con deferencia. Tantos pensamientos inundaron mi mente de una forma tan absurda que llegó un momento en que desee con toda mi alma razar cada uno de éstos. Casi tropecé con un carrete mal devanado cuyos hilos color dorado airaron mi mente y lograron que detuviese ese remolino de ideas e imágenes que me aturdían. Me dejé caer sobre el suelo de madera.
Luego desperté, inexplicablemente para mí, estaba en el más terrible y acerbo, pero esclarecedor sueño que había tenido en mi vida. Eso sí, gracias al miedo, permanecí receptiva a lo que debía. Cada detalle me hizo reflexionar en que realmente no quiero pertenecer a ese grupo de personas, a ese vulgo inútil que solo pretende apegarse al acervo de tradiciones de las cuales no conocen nada, de las que ni siquiera saben la razón por la cual las siguen y tienden a ahogarse en la ribera del vasto mar cuando alguna de sus tradiciones se ve amenazada.
De momento, es lo que sé, y confío en ello, espero que no sea el final, lucharé por que no.